Dos más dos igual a uno

Dos más dos igual a uno

Fragmento de mural de Fernando Castro Pacheco. Palacio de Gobierno de Mérida, México.
Fotografía: Javier Bustamante

¡Cuánta razón tiene Antonio a sus 23 años! Dos más dos no son cuatro. No, al menos, en la vida concreta. La abstracción de las matemáticas nos da una perspectiva del mundo y permite avances científicos tremendos. Pero al trasladar a la vida algunos planteamientos resulta que comienzan a aparecer las excepciones.

Pero, ¿quién es Antonio? Antonio es el protagonista de la historia 20 del libro 22 historias clínicas –progresivas– de realismo existencial (Edimurtra: Barcelona, 1985). Es el texto que venimos trabajando en esta sección desde hace algún tiempo. Las historias que en él nos cuenta su autor Alfredo Rubio, nos sirven para hacer una lectura de la Historia. El realismo existencial, como posicionamiento ante la vida, nos permite tomar consciencia del gran tesoro de existir y, a la vez, de los límites dentro de los cuales nos movemos. “Podría no haber existido y, sin embargo, existo”, es una de las evidencias que nos muestra.

Pues Antonio nos acerca a otra gran evidencia. Una cosa es la teoría y, otra, la manera en que se encarna la teoría. Dicho de otro modo: no siempre coinciden los ideales con las realidades. El mundo de las ideas nos sirve para acercarnos a la realidad, para teorizar y formular planteamientos generales, pero la realidad siempre desborda los esquemas.

Este 2023 se ha visto fuertemente marcado por las guerras. Y aún no nos reponemos de los estragos de la pandemia. En estos acontecimientos macro la tendencia a cuantificar los daños es una forma de hacernos idea de la magnitud de sus consecuencias. Sin embargo, aquí podemos comprobar como “uno no es igual a uno”. Porque no es lo mismo una persona viva que una persona muerta. Ni nueve mil muertos en un mes no son sólo nueve mil unidades: hay nueve mil biografías que se han interrumpido de golpe y de una manera violenta. Nueve mil con los miles de posibilidades más de vidas futuras.

Una guerra es una gran herida en la humanidad que altera al planeta entero. En cada ser humano se condensa la humanidad entera y si ese ser humano concreto sufre, la humanidad entera lo resiente. Si son varios pueblos los que sufren en un conflicto, la población humana del planeta también recibe esa agresión.

Los números, ciertamente, son un ingrediente más del estudio de la Historia y ayudan a dimensionar los acontecimientos. Pero son como una instantánea, una foto, donde nos dice cuántas personas aparecen en ella, incluso nos acercan a ciertos datos como la edad, dónde se sitúan, algunos aspectos materiales e incluso ideológicos. Pero es eso, una imagen, el reflejo de un momento preciso. La realidad es más, porque es cambiante, porque alguien puede aparecer sonriendo en una foto y vivir un gran drama interior, porque como dicen: ni somos todos los que estamos, ni estamos todos los que somos.

Todas las herramientas que nos ayudan a estudiar, comprender, valorar la Historia, son eso: herramientas. Deben emplearse de manera combinada para aportarnos más datos, cuya interpretación arroje luz sobre determinado hecho histórico, sabiendo que la luz siempre deja en sombra aspectos importantes que complementan o dan volumen a dicho estudio.

Cuando sumas dos más dos, al menos en el plano de lo social, la sumatoria es la interacción de singularidades que se ven afectadas por la presencia y la cercanía del otro o de los otros. En una guerra, nueve mil muertos son nueve mil nombres de personas, cada una con una historia de vida que no se ha cortado ahí porque sigue resonando. Al menos en la consciencia planetaria no se debe opacar ese eco, porque esas vidas tienen mucho qué decirnos.

Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Psicólogo social
Ciudad de México, México
Noviembre de 2023

Publicaciones relacionadas

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *